Los medios de comunicación españoles, en su mayoría, han adoptado la denominación denigrante de Muro de la Vergüenza para designar la valla de seguridad que Israel se está construyendo actualmente.
Teniendo en cuenta la fragmentación de datos, las medias verdades y la tergiversación que ha sufrido el tema, creo imprescindible aclarar ciertos puntos clave para comprender el por qué de la valla.
El responsable directo de la construcción de la valla es el terrorismo; sin terror no nos hubiéramos visto obligados a construir
la valla. Cuando no haya terrorismo, tampoco habrá valla.
Desde el mes de septiembre de 2000, 845 ciudadanos israelíes han sido asesinados por terroristas. No hay un solo gobierno en el mundo que pueda contemplar de brazos cruzados la aniquilación sistemática de sus mujeres, niños y ancianos. No hay un solo gobierno que no adopte acciones firmes para poner fin al terrorismo suicida. No es sólo el derecho fundamental a la autodefensa, sino también un deber; un deber de supervivencia, y esto incluye construir un sistema de defensa del país más desangrado del mundo por culpa del terrorismo islámico.
La experiencia acumulada desde el comienzo de la construcción de la valla en Cisjordania demuestra con cifras fehacientes que, al
haberse terminado la parte de la región de Samaria, el número de
ataques terroristas procedentes de esa zona disminuyó
considerablemente, aumentando a su vez los ataques provenientes de Judea, zona en la cual no se ha terminado aún la construcción.
Los ataques de terroristas suicidas en los autobuses -línea 6 (mayo 2003), línea 14 (junio 2003) y línea 2 (agosto 2003) de Jerusalén y línea 37 de Haifa (septiembre 2003)- partieron todos ellos de Judea, sin haber encontrado en su criminal camino ni una valla, ni un escollo físico. 79 Israelíes murieron en estos atentados.
En la Franja de Gaza, en la cual existe una valla de seguridad desde hace años, ni un solo suicida palestino ha logrado cometer sus actos de terror más allá del punto de cruce con Israel.
La valla en sí es un obstáculo físico que impide la infiltración de
terroristas así como de armas y explosivos; un sistema esencial y
exclusivamente de defensa cuyo único propósito es dotar de seguridad a los ciudadanos israelíes.
De sus proyectados 720 kilómetros de longitud, el 95% lo constituye un sistema de alambradas y sensores electrónicos, bastante similar a la que España construyó en Ceuta y Melilla. Sólo un 5% del trazado de la valla es un muro de cemento. Por esta razón nosotros insistimos en que la expresión más adecuada es la de valla y no la de muro, que obviamente trae a la mente erróneas equiparaciones con el Muro de Berlín o (¡Hasta dónde llega la insensibilidad!) con el muro nazi del gueto de Varsovia. Su ancho, de 40 metros, es similar al de una autovía de cuatro carriles, con un sistema de detección en su centro.
¿Qué no supone la valla? No supone en ningún caso anexionar
territorios o cambiar su estatus. No supone implicaciones políticas
ya que no establece la demarcación de una frontera entre Israel y el futuro Estado palestino, la cual deberá fijarse eventualmente en
unas negociaciones directas entre ambas partes.
No supone, en absoluto, el aislamiento de la población palestina
residente en las cercanías.
El muro es una valla y de vergüenza no hay nada. ¿Desde cuándo
ejercer el derecho de autodefensa es vergonzoso? Sí hay necesidad imperiosa de puentes en nuestra región pero, desafortunadamente y mientras haya terrorismo, también hay necesidad de vallas defensivas. Tal vez sea precisamente la valla, al aumentar la seguridad y disminuir los actos de terror, la que otorgue a la región la calma y la estabilidad necesarias, creando el clima adecuado que permita la reanudación del diálogo que tanto añoramos y tanto anhelamos.
Víctor Harel es embajador de Israel en España. También fue el jefe de David Diego en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel.
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